POR OLALLA CASTRO ( @LAOLASHEE )
Una de las tendencias que me ha parecido más interesante del último informe de Trendwatching es la doble cara de la moneda en lo que se considera estatus.
Tradicionalmente, el estatus que te otorgaban las marcas se relacionaba con la imagen, la posición social y el poder económico. Conseguir esto sigue siendo un motor de compra en los países emergentes, ávidos de diferenciación a través de un logotipo. Pero en los países más maduros, en los que el hastío con las promesas incumplidas es mayor, las marcas ya no cumplen tanto esta función.
Lo bonito del informe de Trendwatching es cómo da la vuelta a lo que ocurre en los países post-materialistas para llegar al mismo punto del que partían en los años 90. Según ellos, si por ejemplo en un país nórdico una marca te convence de que tiene una tradición detrás, de que cumple una serie de parámetros éticos, de que la calidad y el respeto en el procesado de sus productos es lo que les guía y además tienen gusto en el diseño y la presentación de sus productos, entonces te tienen ganado.
¿Es esto estatus? Pues sí. Es un estatus más intimista, que te deja tranquilidad de conciencia: la marca te pasa a ti el protagonismo, porque tú la has escogido, has hecho una buena elección. Y no basada en tu poder económico ni tu estatus social, pero sí en tu inteligencia y tus valores.
¿No es esto estatus? Inteligencia, valores… digamos que en una sociedad próspera el demostrar que tienes recursos no te distingue. Pero el demostrar que has sabido sacar buen provecho de estos recursos para informarte y tomar una decisión coherente sí te eleva por encima del resto.
Lectores de castillosdearena, bienvenidos al estatus que tenemos por delante.
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